¿Pierde muchos votos un gobierno local haciendo políticas de austeridad antes de las elecciones?

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Por Jordi Oliveres y Albert Calderó


Después de tres años y medio de crisis económica y financiera gravísima, de reducciones importantes de los ingresos municipales y de aumentos igualmente grandes de los gastos sociales, muchos ayuntamientos ya empiezan a aceptar que no bastará con los recortes de sueldos impuestos por el gobierno Zapatero, y que tampoco será suficiente con las cuatro tímidas y discretas medidas de austeridad adoptadas hasta hoy por los gobiernos municipales, para evitar una crisis grave de solvencia de la hacienda municipal.

El problema no es tanto el endeudamiento como el déficit, dadas las dificultades para acceder al crédito, por un lado por la falta de liquidez de los bancos, pero también por las restricciones legales; es una combinación que puede llegar a imposibilitar la financiación externa...

Desviaciones relativamente pequeñas de las previsiones de gestión pueden provocar fácilmente el colapso de la liquidez financiera. Esto quiere decir que muchos ayuntamientos pueden tener problemas los próximos meses para hacer frente a pagos de proveedores e incluso de la nómina.

Pero ahora estamos a cinco meses de las elecciones, y muchos gobiernos locales han empezado a decir que no es momento de hacer más restricciones ni ahorros, porque tan cerca de las elecciones la ciudadanía castigará electoralmente los gobiernos que adopten medidas de austeridad.

No parece una buena excusa.

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La ciudadanía ha estado sufriendo gravemente la crisis desde hace más de tres años. La gran mayoría de la gente está directamente afectada o tiene familiares directos afectados por el paro, la disminución de ingresos, las hipotecas pendientes de pagar y otras dramáticas manifestaciones particulares de los problemas económicos generales.

Que la gente espere que las instituciones lo resuelvan todo ha sido natural hasta hace poco; ha sido una consecuencia de los años y años de políticas de Papá Noel que el crecimiento económico y, también, la tendencia a las decisiones compulsivas de nuestros políticos locales de todos los colores, han hecho posible.

Pero ya hace muchos meses que la opinión pública ha empezado a tener datos de la magnitud de la catástrofe de nuestros problemas, de las fortísimas presiones de nuestros acreedores internacionales, de las imposiciones de las autoridades europeas para la adopción de políticas de austeridad y de recortes duros del gasto público.
Y ya se ha podido comprobar cómo la inmensa mayoría de la gente acepta y aplaude medidas que hasta hace poco eran inimaginables como el recorte directo y general de los sueldos de los funcionarios, y hasta qué punto la inmensa mayoría de la gente aplaude medidas tan duras (y, incluso, de tan dudosa legalidad) como la militarización de los controladores aéreos, un colectivo que se ha erigido por méritos propios en el paradigma de la gestión pública incompetente, ineficiente, egoísta, corporativa, derrochadora y depredadora de los escasos recursos del erario público.

En Cataluña se ha producido además una novedad política muy importante. Por primera vez una opción política ha ganado ampliamente unas elecciones sin prometer el oro y el moro, y prometiendo en cambio sólo sacrificios, exigencia, austeridad, adelgazamiento y agilidad de la administración. Un argumento más a favor de la tesis de que quizás sí que las cosas han cambiado, quizá sí que ahora lo que hace ganar votos no es tirar la casa por la ventana sino ahorrar, hacer reformas, ser austeros ...

Pero ojo, estamos diciendo que ahora la gente ha cambiado, que antes sí les gustaba votar a los que tiraban la casa por la ventana, y no a los que querían ahorrar y gestionar bien... pero quizás ni siquiera eso es cierto.

De hecho, un estudio muy serio hecho por tres especialistas reconocidos en ciencia política y publicado recientemente ha analizado las consecuencias electorales de las políticas de austeridad, y sus resultados pueden parecer sorprendentes...

En el estudio "Las consecuencias electorales de los grandes ajustes fiscales" ("The Electoral Consequences of Large Fiscal Adjustments", by Alberto Alesina (Harvard University), Dorian Carloni (Berkeley University) and Giampaolo Lecce (New York University)) se analizan estadísticamente todos los resultados electorales en todas las elecciones de 19 países de la OCDE desde 1975 hasta 2008, y en concreto se estudia la correlación entre situaciones de crisis que hubieran obligado a planes de austeridad importantes, y los resultados electorales del gobierno protagonista de estos planes en las elecciones inmediatamente posteriores.

Y los resultados del estudio desmienten lo que muchos políticos, comentaristas, politólogos y economistas publican a menudo en entrevistas y artículos de opinión: que los grandes planes de austeridad son castigados por los votantes en las elecciones siguientes.

En su trabajo no han encontrado ninguna evidencia de que esto sea cierto.

Incluso han considerado las cuestiones de causalidad inversa, es decir, la posibilidad de que sólo los gobiernos "fuertes y populares" puedan aplicar planes de austeridad y no perder las elecciones a pesar de haber reducido el déficit. La conclusión a la que llegan una vez analizados los datos es que muchos gobiernos de todo tipo pueden reducir los déficits de manera decisiva y al mismo tiempo evitar una derrota electoral. No han encontrado ninguna prueba de que incluso grandes reducciones de los déficits presupuestarios estén asociadas con derrotas electorales.

Parece demostrado por tanto que los gobiernos pueden llevar a cabo planes de austeridad sin pagar su coste a las siguientes elecciones, y que los políticos que sean capaces de hacer los mismos sacrificios que estén haciendo los ciudadanos, y que lo expliquen sin tapujos, tienen mejores perspectivas electorales que aquellos que escondan la cabeza debajo del ala.

Una vez más lo que parecen verdades indiscutibles en boca de muchos líderes de opinión resultan ser puras leyendas urbanas, viendo lo que se deduce de los hechos reales, a la luz de la más fiable de las encuestas: los resultados electorales.



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