Prólogo de Albert Calderó a Lo que hay de más y de menos en España.

Docs Albert Calderó
31/12/05
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(Ed. Estrategia Local, 2005).


José del Campillo y Cossío fue un alto funcionario y político de la primera mitad del siglo dieciocho. Asturiano, de familia de la pequeña nobleza, estudió Filosofía y Teología en Córdoba. Trasladado a Madrid, hace carrera administrativa en la Marina de Guerra, desempeña cargos burocráticos en Sevilla, Cantabria y Cuba. Ascendido al cargo de intendente del ejército tiene destinos en Italia y en Zaragoza, donde promueve importantes obras públicas. Fue secretario de Hacienda y de la Marina, y falleció en Madrid en 1743. Toda su carrera transcurrió bajo el largo reinado de Felipe quinto.

Su vida es una interesante combinación de la disciplina y rigor del funcionario con la exaltación del político defensor de buenas causas; esta exaltación le acarreó no pocos problemas. Fue procesado por la Inquisición, acusado de leer libros prohibidos, de opiniones poco ortodoxas y de ateo; finalmente fue absuelto. Años más tarde tuvo también un grave enfrentamiento con el Obispo de Zaragoza, al que no aceptó eximir del pago de ciertos impuestos, y fue excomulgado, aunque pudo también salvar la situación.

Escribió diversas obras sobre economía pública y sobre gestión pública. Sobre economía destaca su defensa de la liberalización del comercio con América, en "Nuevo sistema de Gobierno económico para la América".

Desde la colonización de América la Corona de Castilla había organizado las relaciones comerciales entre América y Europa mediante un sistema que aparentemente permitía el máximo control y el monopolio de los comerciantes españoles autorizados: La organización cada año de una única flota de barcos, la flota de Indias, que llevaba a las colonias americanas productos manufacturados, casi todos europeos, pero sometidos a aranceles muy fuertes, y volvía meses después con la plata y el oro de los impuestos y de las ganancias.

Este sistema comercial producía grandes beneficios a los piratas, que asaltaban la flota; grandes perjuicios a los comerciantes, que perdían meses y meses de espera por la necesidad de zarpar todos los barcos juntos; y grandes perjuicios a la Corona, que perdía buena parte de la plata y además no tenía capacidad militar para impedir que casi todo el comercio entre América y Europa lo hicieran en realidad los contrabandistas ingleses, franceses y holandeses.

Ante este panorama, y atreviéndose a poner en evidencia uno de los pilares de la política colonial española, José del Campillo propone eliminar el sistema de la flota y liberalizar el comercio entre puertos españoles y americanos. A pesar de su osadía esta propuesta acabó convirtiéndose en la política oficial no muchos años después de su muerte.

Sobre temas de gestión pública, además de esta obra que publicamos, destaca "España despierta" (1742), que participa de la misma temática, la necesidad de modernización de España.

José del Campillo es un buen exponente del espíritu de la Ilustración, de la oleada de racionalismo que domina el panorama intelectual europeo en el siglo dieciocho, y también participa en un discurso político que desgraciadamente durará siglos, el discurso de la decadencia de España y de la necesidad de su regeneración.

Esta tesis central aparece ya en la introducción, o Exordio, como titula Campillo. Se detiene en una larga exégesis de la historia hispana poniendo énfasis en las riquezas que atesora y el poco provecho que de ellas se extrae, y anuncia su intención de escribir con plena sinceridad, sin caer en la adulación, y pensando en las futuras generaciones. En coherencia con este enunciado Campillo no publicó en vida este libro, (aunque tal vez también lo hizo para no tener más problemas con los poderes fácticos) que se difundió ampliamente después de su muerte.

La estructura del libro es particular. Siguiendo el orden de las letras del alfabeto, enuncia para cada una de ellas una dicotomía: "Hay de menos", para criticar la carencia de algo que él considera importante para España; y "Hay de más", para criticar el exceso de algo que él considera pernicioso.

En la A nos dice que "Hay de menos: Agricultura", y realiza una larga demostración de la decadencia de la agricultura española, analizando sus causa y remedios, describiendo sus graves consecuencias, bajando a menudo a los detalles, en una lógica que a ratos puede parecer retórica pero a ratos nos descubre al buen funcionario intentando organizar las cosas. Así nos ilustra sobre el alto precio de las mulas como una causa más de la decadencia de la agricultura.

Siguiendo con la A, en la segunda parte, plantea que "Hay de más, abandono" y hace una pormenorizada crítica a la falta de espíritu emprendedor de aquel momento. No se detiene en la crítica genérica sino que enuncia un culpable principal: los nobles pobres, y acusa con toda su energía a este estamento de la pequeña nobleza culto, empobrecido, pero incapaz de reaccionar a su pobreza poniéndose a trabajar. Campillo llega a proponer una ley destinada a reprimir esta vagancia, que consiste en un padrón de habitantes de Madrid que controle persona a persona los quehaceres de cada cual y con funcionarios que denuncien al vago para que el juez los sancione.

En la B Campillo propone que "Hay de menos: baluartes", quejándose de la falta de fortificación de las fronteras españolas y propugnando su construcción; y "Hay de más: bastones", donde muestra su indignación ante la proliferación de títulos de teniente general (el bastón era su insignia de mando) entre militares jóvenes y sin experiencia.

En la C el autor critica la escasez de comercio y la demasía de contribuciones; en la E arremete contra la falta de educación y el exceso de escritores, donde nos ofrece una precisa clasificación de los escritores en buenos, malos, malísimos y pésimos, y donde vuelve a proponer una ley, esta vez para castigar con severas multas a los escritores que escriban falsedades.

En la F denuncia la ausencia de fábricas, un discurso central de la Ilustración, y, atención, la sobreabundancia de frailes, que disponen de las riquezas de la Iglesia y hacen con ellas comercio, compitiendo deslealmente y restando fuerzas a la sociedad productiva... tal vez hizo bien para su tranquilidad Campillo no publicando este libro en vida.

En la G se critica la falta de gobierno; en la H la escasez de hospicios, con un estudio de las distintas categorías de pobres y la propuesta de construir hospicios para recogerlos en los que se instalarían fábricas para enseñarles oficios y de paso producir rendimientos a la corona. La otra cara de la letra H es la abundancia de hurtos, que incluye reflexiones sobre las distintas clases de ladrones.

La I nos ofrece otros dos paradigmas opuestos del discurso regeneracionista: "Hay de menos, inventos", defiende el fomento de la creatividad y la inventiva aplicadas a la industria y a la ciencia; y "Hay de más, Indias", donde hace Campillo un discurso irónico y provocador sobre los muchos sinsabores y los pocos rendimientos que en esa época reportan a España las colonias.

En la J echa de menos justicia y de más jueces, malos jueces; en la L echa en falta letrados, buenos letrados, y critica la abundancia de leyes. En la M critica la escasez de maestros buenos, y la demasía de mujeres públicas, a las que destina, cómo no, también a los Reales Hospicios a aprender un oficio honrado. Dicho oficio será siempre de la familia textil: hilar, tejer, coser y bordar. Ya antes, en la F, cuando nos contaba la necesidad de más fábricas, Campillo nos habla de fábricas de lanas y de seda; está claro que en aquel momento es la manufactura textil la que está revolucionando la producción, anunciando ya la revolución industrial que está a punto de llegar, y Campillo es consciente de ello.

Faltan navíos en España cuando llegamos a la N. Campillo denuncia esta carencia y de camino otra, la escasez creciente de madera para construirlos, por culpa de la tala incontrolada. En cambio, sobran negociantes viles, pero Campillo llama negociantes no a los comerciantes, sino a los buscadores de empleos públicos.

En la O hay una defensa del incremento de las obras públicas, y de la reducción de los ociosos. En la P hay, es una excepción, dos primeras partes: faltan poblaciones y faltan premios. Pide Campillo un incremento poblacional, criticando las pérdidas de población por la emigración a América y por el gran número de religiosos. Pide también que se instituyan más premios, pues el premio es el estímulo de las conductas emprendedoras. Por el contrario, denosta el exceso de privilegios.

En la Q le faltan a España quintas, pues Campillo defiende el servicio militar obligatorio como opción más moderna y eficaz que las levas; y sobran quejas. En la R falta realidad, veracidad, y sobra relajación, de costumbres y de los empleados públicos. En la S faltan sabios y sobre soberbia; en la T falta trigo y sobran tributos, y en la V falta virtud y sobran vicios.

Así termina este panfleto regeneracionista de José del Campillo. Todo un canto a la modernización de España, lleno de espíritu emprendedor, con muchas enseñanzas que hoy podemos por fortuna considerar aprendidas, pero también con otras que debemos todavía alcanzar.

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