Austeridad en las instituciones públicas 2: Reducir y profesionalizar los mandos intermedios

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Por Albert Calderó

Continuamos en este artículo la serie sobre ideas innovadoras para políticas de austeridad en el gasto público.

 

El gobernador del estado de Iowa (EEUU) firmó ayer, 10 de marzo, la entrada en vigor de la "Ley de Eficiencia y Reorganización del Gobierno" (Government Reorganization and Efficiency Bill - Senate File 2088), un ambicioso plan de austeridad para equilibrar el presupuesto estatal, en grave déficit debido a la crisis, que prevé unos ahorros de 125 millones de dólares a lo largo de los próximos tres años. Una de las medidas más interesantes de las aprobadas es la reducción del número de mandos intermedios.

El plan prevé un ahorro total de 69 millones de dólares a lo largo de los próximos 7 años mediante la reducción gradual del número de mandos intermedios, que se prevé que pasen, de un promedio actual de un mando intermedio cada 11 empleados públicos, a un promedio de un mando intermedio cada 14 empleados al final de 2011, y el incremento continuado a partir de 2011 del abanico de subordinados por cada mando intermedio hasta alcanzar los 20 subordinados por cada jefe en 2017.

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Llama la atención que el punto de partida de la medida en Iowa sea de un mando intermedio por cada 11 empleados, cuando en las instituciones públicas de nuestro país es frecuente, sobre todo en los servicios de carácter burocrático pero también en menor medida en todos los demás, que haya casi tantos jefes como subordinados, fruto de un churrigueresco organigrama con profusión de directores, subdirectores, jefes de área, jefes de servicio, jefes de sección, jefes de negociado, de grupo y etcétera, todos ellos compaginando en teoría trabajos técnicos con trabajos de dirección, con el muy frecuente resultado de que acaban haciendo muy poco o ningún trabajo de dirección, que es el más ingrato.

El gran ahorro que podría suponer en las instituciones de nuestro país aplicar un plan de reducción de jefaturas y de profesionalización del trabajo de los mandos intermedios de la Administración Pública sería conseguir que por fin los jefes se dedicaran a ejercer de jefes, a organizar y rentabilizar el trabajo de sus subordinados y a usar con productividad creciente los recursos bajo su responsabilidad. Sin duda los ahorros serían grandes, porque podríamos pasar de un jefe por cada subordinado, que debe ser el promedio actual, a un jefe por 10 o 15 subordinados, que es lo razonable para empezar a ser una organización ejecutiva; y los que dejaran de ser jefes deberían ejercer de técnicos bien dirigidos por otros jefes que amablemente se aseguraran de una alta productividad también de los técnicos.

Que nuestras estructuras tuvieran una lógica ejecutiva en lugar de la estructura estamental tradicional es además una condición previa para casi cualquier otra modernización efectiva. Mientras cada funcionario siga siendo un artesano autodidacta encerrado en su cubículo sin más supervisión que su propia conciencia y un reloj de control de entrada tendremos una administración decimonónica, por muchos ordenadores que compremos.



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