Isabel y Margarita, dos grados de implicación vital

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Los seguidores de The Crown disfrutáis del contraste entre la manera de hacer de la reina Isabel II y su hermana, la princesa Margarita; mientras la reina vive para su trabajo al frente de la familia real, la serie nos presenta a una princesa que disfruta de la vida más allá del deber familiar.

En The Crown encontramos una Isabel que, desde el momento en que su padre se convierte en rey, se dedica en cuerpo y alma a la institución, y más todavía cuando ella misma es coronada reina. En palabras de su abuela, la reina María: "Mientras lloras por el duelo de tu padre, también tienes que llorar por otra persona. Isabel Mountbatten. Porque ahora ha sido reemplazada por Isabel Regina. Las dos Isabel a menudo estarán en conflicto entre sí. El hecho es: la Corona debe ganar".

La serie nos presenta una reina Isabel II que es, en sí misma, la institución real, la casa real inglesa; alguien que dedica todo su tiempo, toda su energía, todo su esfuerzo, en la Corona. Alguien que pondrá su trabajo por delante de cualquier otra cosa, tanto si esto afecta a su matrimonio, o la relación con su hermana. Alguien que, en nuestro método, consideramos una persona T, Trabajadicta; alguien que se preocupa por los problemas de su trabajo más que de cualquier otra cosa, con su trabajo ocupando el espacio central de la vida. Isabel II, en The Crown, se entrega en cuerpo y alma a su rol de monarca del Reino Unido, poniendo el trabajo por delante de cualquier otra prioridad vital.

En contraste con esta implicación vital de su hermana, la princesa Margarita se nos presenta en The Crown como alguien que en nuestro método llamamos persona H, Hedonista; alguien con vida más allá de su trabajo, alguien que trabaja lo que hace falta trabajar pero no más. Una persona con intereses personales y vitales diversificados, que considera su rol en la familia real importante, pero que no por eso deja de querer vivir otras experiencias.

La princesa Margarita de The Crown vive una vida de lujosa decadencia, basada en hechos reales; según el periodista Craig Brown, a sus veinticinco años, una mañana cualquiera en la vida de la princesa empezaba a las nueve con un desayuno en la cama, seguido de dos horas escuchando la radio y leyendo los periódicos -que quedaban por el suelo - cigarrillo tras cigarrillo; a las once una hora de baño, seguido de peinado y maquillaje para poder bajar sobre las doce y media a tomar lo que llamaban un 'vodka pick-me-up', y así poder sumarse después a la reina madre para una comida de cuatro platos, "servidos de forma informal en platos de plata", con media botella de vino por persona y "fruta y media docena de diferentes variedades de quesos autóctonos y continentales".

En la serie hay un momento en que la reina Isabel aparece en la habitación de su hermana por la mañana, cuando todavía está en la cama después de una noche de fiesta intensa, con un diálogo interesante entre las dos:

* Reina Isabel II: Margot, ¿es posible que todavía estés bebida?

  • Princesa Margarita: Sabes qué, creo que quizás sí, un poco.
  • Reina Isabel II: Tienes que tener más cuidado.
  • Princesa Margarita: Sí, tienes razón. El grano y las uvas no se mezclan bien.
  • Reina Isabel II: No, quiero decir sobre dónde te ven. Y con quién. Estás bebiendo mucho más de lo que bebías.
  • Princesa Margarita: ¿Por qué crees que lo hago? Porque soy más infeliz de lo que era. ¿Y por qué? Porque sigo sin casarme. Oh, porque me negaste la pareja perfecta.
  • Reina Isabel II: No eres justa. Como hermana tuya, habría sido perfectamente feliz si te hubieras casado con Peter.
  • Princesa Margarita: ¿Qué?.
  • Reina Isabel II: Fue la Corona quien te lo prohibió. Y sin mencionar que era algo viejo. Y que no era realmente del mejor...
  • Princesa Margarita: No, no, no, no. No te atrevas a decir "origen".

La relación entre la princesa y el capitán Peter Townsend, un héroe de la segunda guerra mundial, dieciséis años mayor que ella, divorciado y con dos hijos de su anterior matrimonio, con quien pidió casarse cuando Isabel preparaba la coronación, es una de las tramas del inicio de la serie. La Iglesia de Inglaterra, de la que Isabel sería cabeza formal en tanto que reina, no permitía el matrimonio de un divorciado, y buena parte de la sociedad más conservadora no estaban tampoco de acuerdo; la futura reina le pide esperar un año, y -en la serie- comunica a la princesa que si se acaba casando perderá el título y todos los derechos en tanto que familia real... Y la princesa acaba renunciando a su matrimonio.

Esta polémica, como tantas otras relacionadas con la vida privada de la princesa Margarita que también recoge la serie, nos muestran a una persona H que disfruta de la vida mucho más allá de su rol institucional; fiestas con amigos en sus residencias oficiales, vida social muy activa más allá del deber, varios romances conocidos y desconocidos... Con la prensa y la opinión pública británica especulando y haciéndose eco continuamente. Su hermana Isabel, en cambio, en un rol de persona T muy marcado, hace de su trabajo el único elemento de su vida, la prioridad total, y se cuida mucho de no hacer nada que pueda ser interpretado de una manera diferente: vive para su trabajo de monarca, tanto en lo que hace en público como en lo que hace en privado.

Sin embargo, en The Crown también vemos que el grado de implicación vital Hedonista tiene ventajas; en un momento en que las relaciones entre Reino Unido y Estados Unidos están bastante deterioradas, con las colonias del antiguo imperio británico independizándose, la economía muy debilitada y su rol en el mundo desdibujándose, el Presidente Johnson invita a la princesa Margarita, que despierta interés entre los americanos, a una cena de gala en la Casa Blanca... Donde brilla, destaca y enamora a todos los asistentes con su vitalidad. Los artículos de los periódicos hablan de esta cena real, del 17 de noviembre de 1965, y también mencionan que la princesa se marchó a la una y media de la madrugada. ¡Las relaciones anglo-americanas salen claramente reforzadas!

Así, la princesa Margarita, pensando desde su implicación vital H lo que cree que debería hacer la reina, con mucha más actividad social y mucha más apertura a las realidades más allá de su trabajo, dice a su hermana: " La monarquía debería brillar", y la reina, como buena T, le responde: "La monarquía, sí; no la monarca": el trabajo por delante de la persona, siempre. O, ante el reproche de Margarita a Isabel, "Mi hermana sin personalidad", Isabel responde "Tu Reina. No una 'showgirl'".

Estas dos formas de hacer, que en The Crown quedan tan bien ejemplificadas, son comunes en nuestros equipos de trabajo, donde hay mezcladas personas Trabajoadictas y personas Hedonistas, aunque este segundo grupo a menudo lo esconde e intenta aparentar un falso perfil T - porque, si no muestran un entusiasmo razonable por trabajar y el entorno percibe una falta de implicación, pueden tener problemas laborales.

Lo interesante es tener claro que ni ser Hedonista significa no ser trabajador, ni ser Trabajadicto significa que se trabaje más ni mejor. Lo que esta dimensión define es el grado de importancia que adjudicamos a nuestro trabajo dentro de nuestra vida, cómo encaramos el trabajo cuando entra en competencia con otras vertientes de nuestra vida. Ser T o ser H no es ni mejor ni peor, sino más o menos adecuado según el trabajo a realizar y según cómo se organice.

Pero de esto, como del hecho de que muchas personas evolucionan de otro grado de implicación vital durante la vida profesional, en función de muchas variables, ya hablaré, seguramente, en próximos artículos.



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